El día de La Cruz

Es una fiesta típica de Granada y Córdoba, pero por lo que veo en las redes sociales también se celebra en latinoamérica.
Esta fiesta consiste en que la cruz de tu calle sea la más bonita de la ciudad o de tu pueblo, aunque también la hagan
colegios o asociaciones.

Yo contaré como la vivía de pequeña que era cuando más la disfrutaba.
Nos reunían a los peques supervisados por alguien un poco más mayor e íbamos pidiendo dinero por las casas para los adornos. Luego los mayores (en realidad eran adolescente) con el dinero recaudado pensaban en emplear ese dinero en la estructura de la cruz (a veces era la misma del año pasado) y en que daba para los adornos.

Era adornada de claveles frescos jugando con los colores, otras de flores de papel (pasándonos un mes doblando papel pinocho), de cáscaras de huevo pintadas (entonces todo el barrio guardaba las suyas) y así cada año tocaba un adorno distinto.

Cuando llegaba el 3 de mayo por la mañana ya participaban los padres y abuelos. Los hombres poniendo luces o arcallatas por todas las paredes engalanadas con colchas donde las mujeres colocaban con alfileres mantones de manila, vestidos pequeños de sevillanas, sombreros cordobeses, abanicos, figuras de cobre y sobre todo muchas macetas con flores de colores alegres. No podía faltar en una bandejita un pero pinchado por unas tijeras. Que quiere decir: Si le pones peros hay tienes las tijeras para que lo arregles tú.

Después de la siesta se ponía a toda voz la música de las sevillanas que era como el toque de queda de que empezaba la fiesta. Hay era cuando tocaba arreglarse. Los hombres bien vestidos, las mujeres muchas de ellas con trajes flamencos y los niños todos, estos son los que no podían faltar con los trajes típicos.

 A mi hermano le ponían un pantalón oscuro con una camisa de lunares atada a la cintura y lo mío era apoteósico. Me ponian una maya negra, una falda roja con lunares blancos y unos zapatos de tacón atados por delante que eran mi perdición ( buscaba cualquier excusa para ponérmelos el resto del año) y luego iban los adornos todos de plástico, pero que hacían más ilusión que si fuesen diamantes. Por lo menos tres pulseras en cada brazo de colores, pendientes de pellizco largos con un circulo, un collar de bolas y peinetas que me ponían en es lado izquierdo con una flor de tela con la melena suelta. Parece que huelo el maquillaje, me encantaba que me pintasen: Unos buenos rabos en los ojos, colorete, los labios rojos y lo más importante un lunar en la mejilla. De esa guisa era la niña más feliz del mundo mundial.
Entonces a la puerta con el resto de los vecinos viendo como venían curiosos de otros barrios, extranjeros, la tuna y las niñas de escuelas de sevillanas a bailar una canción.
También nosotros íbamos a ver otras cruzes y a cenar fuera, pero a mi no me gustaba. Yo quería disfrutar sólo y exclusivamente de mi cruz.

Cuando ya era tarde las mujeres solían darnos una taza de chocolate caliente y eso era la señal de que la fiesta estaba a punto de terminar. Descolgaban todo, cada uno se llevaba lo que había prestado y se apagaba la música.
Luego llegaban las noticias de que cruz había ganado el premio del ayuntamiento por votación de un jurado, pero a mi era lo que menos me importaba. Mi cruz era siempre la mejor.

Quieres saber más de ello, pues pincha el siguiente enlace:  Día de la Cruz 2014






Clara R. Sierra

Escritora

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